Dos sacerdotes colombianos pagaron a sicarios para que los mataran
Ocurrió en enero 16 de 2011. En un popular barrio de Bogotá, la
capital colombiana, aparecieron muertos los sacerdotes Richard Piffano y
Rafael Reátiga. Sus cuerpos estaban dentro de un coche abandonado en
una calle sin alumbrado público, sin pavimento, sin casas. Supieron que
algo había pasado porque los vecinos oyeron varios tiros. Los mataron
para robarles sus pertenencias, fue la versión que desde entonces se
manejó. A los sacerdotes todos los feligreses los querían. ¿Cómo pueden
matar así?
Piffano, quien estaba en el asiento del conductor, tenía dos impactos de bala en la parte trasera de la cabeza. Reátiga, un tiro en el pecho y un rosario en la mano derecha. Tres cartuchos de una pistola calibre 7.65 quedaron en el suelo de la parte trasera del vehículo.
Un año después del crimen, la fiscal 26 de la Unidad Antiterrorista detalló ante el juez 31 de garantías cómo a través de una exhaustiva investigación se determinó que los sacerdotes pagaron por su muerte.
Tras analizar los teléfonos móviles de los sacerdotes -encontrados días después de la muerte-, se supo que se habían reunido con Gildardo Peñate Suárez, alias «Gavilán», e Isidro Castiblanco Forero, alias «el Gallero». Le habían pagado 7.000 dólares para que los mataran. Días antes ellos habían viajado a la provincia colombiana de Santander, para suicidarse en un precipicio conocido como Pescadero. No pudieron.
Por eso, para no fallar esta vez, buscaron ayuda en «Gavilán» y «el Gallero», miembros de una banda de falsificadores de moneda y hurto.
También los feligreses
Rafael tenía dos enfermedades de transmisión sexual que estaban acabando con su vida. «Se le veía acabado, enfermo (…) Tenía manifestaciones propias de quien cree que no va a vivir más», señaló la fiscal del caso. Familiares de los sacerdotes y feligreses se oponen a la tesis de la fiscal. Dicen que todo es un montaje.
FuenteExterna
Piffano, quien estaba en el asiento del conductor, tenía dos impactos de bala en la parte trasera de la cabeza. Reátiga, un tiro en el pecho y un rosario en la mano derecha. Tres cartuchos de una pistola calibre 7.65 quedaron en el suelo de la parte trasera del vehículo.
Un año después del crimen, la fiscal 26 de la Unidad Antiterrorista detalló ante el juez 31 de garantías cómo a través de una exhaustiva investigación se determinó que los sacerdotes pagaron por su muerte.
Tras analizar los teléfonos móviles de los sacerdotes -encontrados días después de la muerte-, se supo que se habían reunido con Gildardo Peñate Suárez, alias «Gavilán», e Isidro Castiblanco Forero, alias «el Gallero». Le habían pagado 7.000 dólares para que los mataran. Días antes ellos habían viajado a la provincia colombiana de Santander, para suicidarse en un precipicio conocido como Pescadero. No pudieron.
Por eso, para no fallar esta vez, buscaron ayuda en «Gavilán» y «el Gallero», miembros de una banda de falsificadores de moneda y hurto.
También los feligreses
Rafael tenía dos enfermedades de transmisión sexual que estaban acabando con su vida. «Se le veía acabado, enfermo (…) Tenía manifestaciones propias de quien cree que no va a vivir más», señaló la fiscal del caso. Familiares de los sacerdotes y feligreses se oponen a la tesis de la fiscal. Dicen que todo es un montaje.
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Dos sacerdotes colombianos pagaron a sicarios para que los mataran
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